Molinos de tiempo


Entro en bucle mientras pienso…
soy el Quijote, en este preciso momento.
Ése, que habita hidalgo, a menudo, en mi cerebro.

En mil batallas me encuentro.
Y siempre, acompañado de, mi fiel escudero, Sancho.
Sancho, en su asno, se hace mi cuerpo.

En busca de Dulcinea estamos inmersos…
Dulcinea, esa utopía diluida,
que, sin quererlo, me habita sin remedio.

Luchamos contra los molinos de tiempo…
molinos con aspas sincronizadas,
que se manejan, de un modo perfecto.

Batallamos entre muertos.
Muertos, por los molinos gigantes,
de un pasado tremendo.

Batallamos por su recuerdo.
Recuerdo de todos aquellos
que se quedaron fuera, sin reconocimiento.

Fueron amputados de los libros de texto,
como si fueran parte innecesaria
en la historia que miento.

Sancho y yo, el camino emprendemos.
Nuestra lucha es decidida, contra los molinos,
aunque, realmente, nos sentimos indefensos.

Batallamos contra los molinos del tiempo.
Molinos que nunca detienen su marcha
y se mueven sin complejos.

Los molinos son implacables en su efecto.
Yo, me encuentro cansado.
Y Sancho, sin saberlo, maltrecho.

Sus aspas siguen a su ritmo, batiendo.
Nuestros intentos son en vano
y terminamos, sin remedio, perdiendo.

Los molinos como siempre ganaron y rieron.
Nosotros claudicamos, derrotados, en el empeño.
¿Y Dulcinea?... Dulcinea solo fue… nuestro bonito sueño.
                                                                                  
        
               Vidda Rrobada

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