Fotografía cauterizada
Ya
llega el invierno…
se
estaciona, inhóspito, impertérrito,
en
mi fuero interno…
…me desvelo…
en
las noches…
comienza la astenia, la apatía, la pereza…
los
miedos…
todos sus hielos…
desolado,
me asolo, yo solo,
en
mi travesía por el desierto.
Arena…
polvo… y yo de negro…
tuareg
de errante consuelo…
en
su cénit, me protejo…
para
no tocar suelo…
Me
desconecto del mundo externo…
y
en mis pensamientos, me adentro.
En
ellos, me congelo…
paralizo
mi sangre, me entumezco…
…me revelo…
y
en un ábaco recuento…
a
los millones de leucocitos estériles,
sintiéndose
indefensos…
apagando su azuzado fuego,
para
no escuchar cada uno de sus aeróbicos lamentos.
Frío
intenso… frío inmenso…
frio
mis deseos,
los
incinero en la escarcha de mi desaliento.
Los
quemo, los incendio…
obscura
imagen en el infierno...
…y me velo…
diseño
de un paisaje irredento
que
remendar intento,
para
que las costuras no se descosan,
sin desesperar en su ahilamiento.
Discernimiento,
a
cada momento,
en
cada instante de apocamiento.
Me desvelo…
me revelo…
y, sin quererlo, me velo.
Es
mi fotografía cauterizada donde, lánguidamente, me voy desvaneciendo.
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